La
etología del miedo
EL
MIEDO SOLO EXISTE EN EL MECANISMO DE LA MENTE. Tendrás que aprender a separarte
del mecanismo. Nos hemos identificado tanto con el mecanismo que nos hemos
olvidado por completo de la distancia. Solo es la mente, y la mente no es otra
cosa que el conjunto de los condicionamientos recibidos de otros.
Empieza
a observar un poco. Por ejemplo, ves una rosa e inmediatamente dices: «Es
hermosa». Analízalo, obsérvalo: ¿de quién son las palabras que estás
repitiendo? ¿Esta aseveración de que la flor es hermosa es tu experiencia aquí,
ahora, en este momento? ¿Es realmente tu experiencia en este momento, o
simplemente estás repitiendo unas palabras que has leído en un libro o que has
oído decir a alguien cuando eras niño? Un profesor, un familiar, un amigo… haz
memoria, lo que encuentres te sorprenderá.
Si
te observas en profundidad lograrás recordar: «Es cierto, esa determinada
persona fue la primera a quien le oí decir: “Mira que flor tan hermosa”». Eso
entró a formar parte de tu programa, y lo has estado repitiendo desde entonces.
Y cuanto más lo has repetido, más se ha ido integrando. Ahora es casi como una
grabación magnetofónica: Ves la flor, que es el estímulo, e inmediatamente
viene la respuesta, la grabación empieza a reproducirse diciendo: «Es hermosa».
No eres tú quien lo está diciendo.
El
programa ni siquiera te ha permitido ver la flor.
Tampoco
el miedo procede de tu ser. Obsérvalo, analízalo, entra en ello, y te
sorprenderás al descubrir quién te ha enseñado.
Alguien
te ha hecho temer al amor, a los extraños, a lo desconocido, cuando eras
pequeño; de ahí esas voces. Podrás descubrir de quién son esas voces; de tu
madre, de tu padre… y no estoy diciendo que estuvieran equivocados. Cuando lo
dijeron, tenían sentido.
Pero
ahora no lo tiene. Ya eres mayor, ahora esos programas no son apropiados, no
son más que resacas del pasado; pero siguen ahí porque la mente no sabe cómo
borrarlos; a no ser que te vuelvas muy consciente y los borres conscientemente.
La mente no puede borrar sus programas automáticamente. La mente solo tiene la
posibilidad de ser programada, no puede desprogramarse a sí misma.
Este
es uno de los problemas más fundamentales que se han de afrontar. Y en eso
consiste mi trabajo: ayudarte a tomar conciencia de tu programación y, así,
puedas separarte y ver que no eres el programa. Solo entonces, cuando haya la
suficiente distancia, podrás borrar muchos programas que simplemente han
caducado, que ya no tienen sentido pero que, si no te separas de ellos, llevas
y llevarás hasta que mueras.
Según
he observado, el niño se identifica con su mente programada alrededor de los
cinco años. Hasta esa edad, el niño todavía está vivo, porque aún no ha sido
programado; después, se transforma en un mecanismo.
Alrededor
de los cinco años de edad, se deja de aprender por completo. Uno repite el
programa cada vez mejor, más hábilmente, más eficientemente pero, básicamente,
es el mismo programa hasta la muerte… a no ser que, por azar, llegues a una
situación, a un campo de energía en el que se te pueda hacer consciente; casi
obligándote, a pesar de ti mismo, a darte cuenta de todo este disparate que la
mente te está jugando.
Siempre
que te encuentras con algo nuevo tu mente te dice: «¡Espera! Esto es muy
extraño; es algo que no habías hecho nunca antes». La mente te dice: «No hagas
nada que no hayas hecho antes; no lo hagas, es arriesgado. ¿Quién sabe cuál será
el resultado? ». La mente es siempre ortodoxa porque vive a través de
programas. Ella quiere que solo hagas aquello que ya has hecho, porque en eso
eres bueno, eficiente. Es más seguro, ya sabes hacerlo.
Pero
si entras en alguna extraña situación, ¿quién sabe lo que puede ocurrir? ¿Quién
sabe si será lo correcto o no? ¡Ten cuidado! La mente te dice: «Ajústate al
viejo programa, limítate a vivir como lo has estado haciendo hasta ahora; si
mantienes la misma rutina, habrá menos posibilidades de errar».
La
mente quiere evitar errores, pero la vida no; la vida quiere ir a través de los
errores para aprender más; porque solo se aprende yendo a través del intento y
el error. Si dejamos de cometer errores, también dejamos de aprender. Y por lo
que yo he observado, la gente que deja de aprender se vuelve neurótica; el no
aprender es una especie de neurosis. Uno siente miedo a aprender más, así que
se mantiene en la misma rutina. Uno se cansa, se aburre pero, no obstante,
sigue manteniéndose en la misma rutina porque se ha acostumbrado a ella; le
resulta familiar, conocida.
La
aparición del miedo solo es una indicación de que ha surgido algo que va en
contra del programa que has estado siguiendo hasta ahora, de que has llegado a
una situación en la que tendrás que volver a aprender. Eso significa que
tendrás que abandonar tu neurosis, significa que todo lo que has hecho, desde
tu niñez hasta ahora, desde que tenías cinco años hasta ahora, ha de ser
borrado, abandonado poco a poco… para que puedas volver a ser un niño y
reanudar el proceso de aprendizaje donde lo habías dejado.
La
intensidad con la que me afecta el miedo va desde una ligera incomodidad o nudo
en el estómago hasta un pánico vertiginoso, como si el mundo se fuera a acabar.
¿De dónde procede? ¿Adónde se dirige? Todos tus miedos son producto de la
identificación.
Cuando
amas a una persona, con el amor, en el mismo paquete, viene el miedo: esa
persona puede dejarte. Ya ha dejado a otro para estar contigo; hay precedentes,
puede que contigo haga lo mismo. Tienes miedo, sientes un nudo en el estómago.
Tu apego es tan grande que no puedes entender el simple hecho de que has venido
al mundo solo. Antes, vivías sin esa persona, y estabas perfectamente, sin el
nudo en el estómago. Un día, si esa persona se va… ¿a qué viene ese nudo? Tú ya
sabes cómo estar sin esa persona, podrás volver a estar solo.
El
miedo a que mañana puedan cambiar las cosas… uno se puede morir, se puede
arruinar, perder su empleo, mil y una cosas pueden cambiar. Estás repleto de
miedos, y ninguno de ellos es válido; porque ayer también estabas repleto de
todos esos miedos, innecesariamente. Las cosas pueden haber cambiado, pero
todavía sigues vivo. El ser humano tiene una enorme capacidad para ajustarse a
cualquier situación.
Se
dice que los hombres y las cucarachas son los seres que tienen la mayor
capacidad de ajustarse. Por eso, donde sea que haya hombres, habrá cucarachas,
y donde haya cucarachas, habrá hombres.
Van
juntos, son similares. Los primeros hombres que llegaron a lugares tan remotos
como el Polo Norte o el Polo Sur se dieron cuenta de que habían traído consigo
a las cucarachas y que, además, estaban perfectamente sanas y reproduciéndose.
Solo
con observar su distribución en la Tierra se puede ver que el hombre vive en
miles de diferentes climas, situaciones geográficas, políticas, sociológicas,
religiosas; no obstante, se las apaña para vivir. Y lleva siglos viviendo… las
cosas van cambiando y él se va adaptando.
No
hay nada que temer. Aunque se acabe el mundo, ¿qué importa? ¡Tú te acabarás con
él! ¿Acaso crees que cuando el mundo se acabe quedarás tú solo en una isla? No
te preocupes, ¡algunas cucarachas te harán compañía! ¿Qué problema hay si se
acaba el mundo? Es algo que me han preguntado muchas veces, pero ¿dónde está el
problema? Si se acaba, se acaba. No supondrá ningún problema para nosotros
porque no estaremos aquí; estaremos acabándonos con él, y no habrá nadie para
preocuparse por ello. En realidad, será la liberación definitiva del miedo. El
final del mundo significará el final de todos los problemas, de todas las
molestias, de todos los nudos en el estómago. No veo dónde está el problema.
Pero
sé que todo el mundo está lleno de miedo. Todo el mundo lleva una especie de
coraza, y hay razones para ello. La primera es que el niño nace completamente
indefenso a un mundo del que no sabe nada. Como es natural, le da miedo lo
desconocido que se encuentra. Todavía no ha olvidado esos nueve meses
absolutamente amparado y seguro en los que no había ni problemas ni
responsabilidades ni preocupación por el mañana.
Para
nosotros, son nueve meses, pero para el niño, es una eternidad. Él no sabe nada
de calendarios, no sabe nada de minutos, horas, días, meses. Ha vivido una
eternidad en una seguridad absoluta, sin ninguna responsabilidad y, de repente,
es arrojado a un mundo desconocido en el que depende de otros. Es normal que
tenga miedo. Todos son más grandes y poderosos, y no puede vivir sin su ayuda.
Sabe que es dependiente; ha perdido su independencia, su libertad.
El
niño es débil, vulnerable, inseguro. Automáticamente empieza a crear una
coraza, una protección para sí mismo, de diferentes formas. Por ejemplo, tiene
que dormir solo; está en la oscuridad y tiene miedo, pero tiene a su osito de
peluche y se convence a sí mismo de que no está solo; su amigo está con él. Se
pueden ver niños con sus ositos de peluche en los aeropuertos, en las
estaciones de tren. ¿Crees que es solo un juguete? Para ti, lo es, pero para el
niño, es un amigo; un amigo que está ahí cuando no hay nadie más para
consolarle; en la oscuridad de la noche, cuando está solo en la cama, el osito
de peluche siempre está con él.
Creará
ositos de peluche psicológicos. Recuerda, aunque un hombre adulto puede pensar
que no tiene ositos de peluche, se equivoca. ¿Qué es su Dios? Un osito de
peluche. Debido a su miedo en la infancia, el hombre ha creado una figura
paternal que lo sabe todo, que está presente en todas las partes, si tienes la
fe suficiente en él, te protegerá. Pero la propia idea de la protección, la
propia idea de que se necesita un protector, es infantil en sí misma.
Entonces
aprendes a rezar, que no es más que una parte de tu coraza psicológica; el fin
de la oración es recordarle a Dios que estás aquí, solo, en medio de la noche.
Nuestras
plegarias, cánticos, mantras, nuestras escrituras, nuestros dioses, forman
parte de nuestra coraza psicológica. Es algo muy sutil. El cristiano cree que
solo él será salvado, nadie más. Pues bien, ese es su mecanismo defensivo, todo
el mundo irá al infierno menos él, porque él es cristiano. Pero eso es común en
todas las religiones, todos creen igualmente que solo ellos serán salvados. No
tiene nada que ver con la religión, tiene que ver con el miedo y con ser
salvado del miedo. Así que, en cierto modo, es natural; pero, en un determinado
punto de tu madurez, la inteligencia exige que se abandone. El osito de peluche
estaba bien cuando eras niño, pero un día lo tienes que abandonar.
Finalmente,
un día te desharás de tu coroza, eso significará que habrás dejado de vivir
desde el miedo. ¿Qué tipo de vida puede surgir del miedo? Cuando te quitas la
coraza, puedes vivir desde el amor, puedes vivir de una forma madura. La
persona plenamente madura no tiene miedo, ni defensa; es, psicológicamente,
abierta y vulnerable.
Hasta
cierto punto, la coraza puede ser una necesidad; quizá lo sea. Pero cuando te
hagas mayor, y no me refiero solo al tamaño sino también a la madurez,
empezarás a ver lo que llevas a cuestas. Si te fijas atentamente, encontrarás
miedo detrás de muchas cosas.
Una
persona madura debería desconectarse de todo aquello que esté conectado al
miedo. Así es como llega la madurez.
Observa
todos tus actos, todas tus creencias, y mira a ver si están basados en la
realidad, en la experiencia, o en el miedo. Hay que deshacerse inmediatamente
de todo aquello que esté basado en el miedo, sin pensárselo dos veces. Eso es
tu coraza.
Yo
no puedo fundirla por ti, solo puedo mostrarte cómo deshacerte de ella. Nadie
te puede quitar tu coraza psicológica. Serás tú quien tenga que luchar. Tú eres
el único que puede hacer algo para quitártela, que es ver todas y cada una de
sus partes. Si algo está basado en el miedo, deshazte de ello. Si está basado en
la razón, en la experiencia, en la comprensión, en vez de deshacerte de ello,
lo que tienes que hacer es convertirlo en parte de tu ser.
Pero
en tu coraza no encontrarás ni una sola cosa que esté basada en tu experiencia.
Todo es miedo, de la A a la Z.
Vivimos
desde el miedo, por eso vamos envenenando todas las experiencias. Si cuando
amamos a alguien lo hacemos desde el miedo, nuestro amor se deteriora, se
envenena. Buscamos la verdad pero, si lo hacemos desde el miedo, no la
encontraremos.
Hagas
lo que hagas, recuerda una cosa: Desde el miedo no vas a crecer. Solo te
empequeñecerás y morirás. El miedo está al servicio de la muerte.
Una
persona sin miedo tiene todo lo que la vida quiere regalar.
Entonces
no hay ninguna barrera. Será colmada de regalos, y todo lo que haga tendrá
fuerza, poder, certeza, una gran sensación de autoridad.
Una
persona que vive desde el miedo siempre está temblando en su interior. Siempre
está al borde de la locura, porque la vida es grande, y si siempre tiene miedo…
y existen toda clase de miedos.
Se
puede hacer una lista muy larga, te sorprenderá la cantidad de miedos que
existen; ¡aun así, estás vivo! Por todas partes hay infecciones, enfermedades,
peligros, secuestros, terrorismo… ¡y la vida es tan pequeña! Y, al final, está la
muerte, que no se puede eludir. Toda tu vida se oscurecerá.
Abandona
el miedo; lo adoptaste inconscientemente en tu infancia; ahora abandónalo
conscientemente y sé maduro. Si lo haces, la vida puede ser una luz que se va
intensificando según vas creciendo.
¿Cómo
se puede dominar el miedo o eliminarlo por completo? El miedo no se puede
eliminar por completo, tampoco puede ser dominado, solo puede ser comprendido.
Aquí, la palabra clave es comprensión. Solo la comprensión es fuente de
mutación, ninguna otra cosa. Si intentas dominar tu miedo, se quedará reprimido
en ti, se ocultará más profundamente en ti. Eso no servirá de nada, complicará
más las cosas. Dominarlo quiere decir que, cuando emerge, lo puedes reprimir.
Puedes reprimirlo tan profundamente que llegue a desaparecer por completo de tu
conciencia.
Entonces
nunca serás consciente de él, pero estará en el sótano, y ejercerá cierta
atracción. Se las apañará para manipularte, pero lo hará de una forma tan
indirecta que no te darás cuenta. Pero entonces el peligro habrá profundizado y
ni siquiera podrás comprenderlo.
No
hay que dominar el miedo, no hay que eliminarlo. Además, no se puede eliminar,
porque en el miedo hay cierta energía y ninguna energía puede ser destruida.
¿Has observado que en el miedo hay una energía inmensa?; lo mismo ocurre con la
ira; ambos, el miedo y la ira son diferentes aspectos del mismo fenómeno
energético.
La
ira es agresiva y el miedo es no agresivo. El miedo es ira en su estado
negativo, la ira es miedo en su estado positivo. ¿Has notado lo poderoso que te
sientes, la cantidad de energía que tienes cuando estás enfadado? Cuando estás
enfadado eres capaz de levantar y arrojar una roca tan grande que en otras
circunstancias serías incapaz de mover. Cuando estás enfadado te vuelves tres o
cuatro veces más fuerte. Eres capaz de hacer cosas que normalmente no puedes
hacer.
Con
miedo, puedes correr tan rápido que serías la envidia de cualquier corredor
olímpico. El miedo produce energía; el miedo es energía, y la energía no puede
ser destruida. De la existencia, no se puede eliminar ni una pizca de energía.
Eso es algo que siempre has de tener en cuenta, porque si no, lo que hagas será
erróneo. No se puede destruir nada, lo único que se puede hacer es cambiar su
forma. No se puede destruir ni una piedrecilla, ni la más ínfima partícula de
arena; solo se puede cambiar su forma.
No
se puede destruir ni una gota de agua. Se la puede convertir en hielo, se la
puede evaporar, pero no desaparecerá. Seguirá estando en alguna parte, no se la
puede sacar de la existencia.
Tampoco
el miedo se puede destruir. Y se ha intentado muchas veces; la gente ha
intentado destruir el miedo, la ira, la sexualidad, la avaricia y cosas por el
estilo. El mundo entero ha estado afanándose continuamente en destruir tus
energías, ¿cuál ha sido el resultado? Que el hombre se ha convertido en un
desastre.
Nada
se destruye, todo sigue estando aquí; lo único que se ha conseguido es que las
cosas se hayan vuelto más confusas.
Intentar
destruir algo no tiene sentido, porque nada se puede destruir.
Entonces
¿qué hay que hacer? Hay que entender el miedo.
¿Qué
es el miedo? ¿Cómo surge? ¿De dónde viene? ¿Cuál es su mensaje? Investígalo;
sin ningún juicio; solo así comprenderás.
Si
tienes la idea preconcebida de que no deberías tener miedo, de que el miedo es
malo y, por lo tanto, no debería existir, no podrás investigar. ¿Cómo vas a
confrontar el miedo? ¿Cómo vas a mirar al miedo directamente a los ojos si ya
has decidido de antemano que es tu enemigo? Nadie mira al enemigo directamente
a los ojos. Si crees que es algo malo, intentarás pasar de largo, sortearlo, no
prestarle atención. Intentarás no cruzarte con él, pero eso no servirá de nada,
seguirá estando ahí.
Primero,
abandona toda condena, juicio, evaluación. El miedo es una realidad. Hay que
afrontarlo, hay que comprenderlo.
Solo
se le puede transformar por medio de la comprensión. De hecho, por medio de la
comprensión se le transforma. No hace falta hacer nada más; la comprensión lo
transforma.
¿Qué
es el miedo? En primer lugar, el miedo siempre está relacionado con un deseo.
Si, por ejemplo, quieres ser famoso, el hombre más famoso del mundo, surge el
miedo. ¿Qué pasa si no lo consigues?; entonces surge el miedo. Luego el miedo
aparece como producto del deseo. Quieres llegar a ser el hombre más rico del
mundo pero ¿y si no lo consigues? Empiezas a temblar, aparece el miedo. Quieres
poseer a una mujer, entonces surge el miedo a que mañana no puedas retenerla a
tu lado, a que se vaya con otro. Ella está viva, así que puede irse. Si
estuviera muerta no podría irse; pero todavía está viva. Solo se puede poseer a
un cadáver; en ese caso no hay nada que temer, el cadáver se quedará. Se puede
poseer muebles, entonces no hay nada que temer. Pero cuando intentas poseer a
un ser humano, aparece el miedo. ¿Quién sabe?, ayer no era tuya, hoy es tuya…
¿Quién sabe si mañana se irá con otro? Entonces aparece el miedo. El miedo nace
del deseo de poseer, es un subproducto; cuando se quiere poseer, surge el
miedo.
Si
no quieres poseer, no hay miedo. Si no albergas el deseo de ser en el futuro
esto o aquello, no hay miedo. Si no quieres ir al cielo, no hay miedo;
entonces, el sacerdote no puede amedrentarte.
Si
no quieres ir a ninguna parte, nadie puede amedrentarte.
Si
empiezas a vivir en el momento, el miedo desaparecerá.
El
miedo viene a través del deseo. El deseo, básicamente, produce miedo.
Obsérvalo.
Siempre que sientas miedo, mira a ver de dónde procede; qué deseo lo está
creando; y sé consciente de su inutilidad.
¿Cómo
se puede poseer a un hombre o a una mujer? Es una idea extremadamente absurda,
estúpida. Solo se pueden poseer las cosas, no las personas.
Una
persona es una libertad. Una persona es hermosa por la libertad.
El
pájaro es hermoso volando por el cielo, si lo enjaulas ya no es el mismo
pájaro, recuérdalo, parece el mismo pájaro pero ya no lo es. ¿Dónde está el
cielo? ¿Dónde está el sol? ¿Dónde los vientos? ¿Dónde las nubes? ¿Dónde la
libertad de sus alas? Todo ha desaparecido. Ese no es el mismo pájaro.
Amas
a una mujer porque es una libertad. Luego la enjaulas: vais al juzgado y os
casáis; construyes una hermosa jaula para ella, puede que la jaula sea de oro
con diamantes engastados, pero ella ya no es la misma mujer. Entonces surge el
miedo, miedo porque puede que no le guste esta jaula y vuelva a anhelar
libertad, porque la libertad es un valor supremo, no se puede abandonar.
El
hombre está hecho de libertad, la conciencia está hecha de libertad. Así que,
tarde o temprano, la mujer empezará a aburrirse, a estar harta. Empezará a
buscar a otro. Eso te da miedo. Tu miedo surge de tu deseo de poseer; pero, en
primer lugar, ¿por qué quieres poseer? No seas posesivo, y no tendrás miedo. Y,
cuando no tienes miedo, gran parte de la energía que requiere, que captura, que
encierra el miedo, está a tu disposición; puedes utilizarla creativamente. Se
puede convertir en danza, en celebración.
¿Tienes
miedo a la muerte? No puedes morir, porque, en primer lugar, no existes. ¿Cómo
vas a morir? Busca en el interior de tu ser, en profundidad. ¿Hay alguien ahí
que se vaya a morir? Por muy meticulosamente que busques, no encontrarás ningún
ego, ningún «yo». Así que no hay posibilidad de morir. Lo único que origina el
miedo a la muerte es la idea del ego. Sin ego, no hay muerte. Eres todo
silencio, inmortalidad, eternidad; no como tú, sino como un cielo abierto,
ilimitado, indefinido; sin ninguna idea del yo o el mí que le contamine.
Entonces no hay miedo.
El
miedo viene porque hay otras cosas. Tendrás que observar esas cosas, y el
observarlas empezará a cambiarlas.
Así
que, por favor, no preguntes cómo dominar o destruir el miedo. No hay que
dominarlo, no hay que eliminarlo. No puede ser dominado ni destruido, solo
puede ser comprendido. Deja que la comprensión sea tu única ley.
Sé
que cualquier idea de seguridad externa es insensata e irrealista, pero ¿no
existe alguna seguridad interna que podamos conseguir esforzándonos? No hay
ninguna seguridad, ni interna ni externa. La seguridad no existe, por eso la existencia
es tan hermosa. Imagínate que una mañana una rosa empezase a pensar en su
seguridad; ¿qué ocurriría? Para estar completamente segura, la rosa tendría que
ser de plástico; si no, estará insegura. Cualquier ráfaga de viento fuerte
puede arrancarle los pétalos. O puede pasar un niño y cortarla.
O
puede pasar una cabra y comérsela. Puede ocurrir cualquier cosa; y aunque no
pase ningún niño, ninguna cabra, ninguna ráfaga de viento, al atardecer se
habrá marchitado. Aunque no ocurra nada extraordinario, se marchitará.
Pero
en eso radica la belleza de la rosa, por eso es tan hermosa; porque vive
rodeada por la muerte, desafiando a la muerte, desafiando a los vientos. Un
desafío tan grande para una florecilla tan pequeña, insignificante, pero está
por encima de todas las dificultades y peligros. Puede que tan solo por unos
minutos o unas horas, eso no importa, el tiempo es inmaterial, pero tiene su
propio día. Ha vivido, ha hablado con los vientos, con el sol y la luna, ha
visto las nubes. Y con una gran dicha, ¡con una gran pasión! Luego muere; no se
aferra. Una rosa aferrándose sería fea; solo los seres humanos son capaces de
tal fealdad. Cuando llega su hora, la flor simplemente muere y desaparece en la
tierra de la que procede. No hay seguridad externa ni seguridad interna. La
inseguridad es el material del que está hecha la vida.
Esa
es la diferencia entre mi trabajo y el de otros profesores: ellos te
proporcionan seguridad, yo te quito la seguridad. Te hago consciente de las
beldades de la vida; sus riesgos, sus inseguridades.
Te
hago más sensible. Y esa mayor sensibilidad alberga un desafío y una aventura
mayores. Entonces uno no se preocupa de si habrá o no habrá un mañana, hoy es
más que suficiente. Si somos capaces de amar, si somos capaces de vivir, este
día es más que suficiente.
Un
simple momento de amor profundo es eternidad. ¿A quién le importa la seguridad?
La propia idea surge de la avaricia, la propia idea surge del ego. Ya sea
seguridad interna o seguridad externa, no hay ninguna diferencia. Uno tiene que
indagar concienzudamente y ver que no hay seguridad, que no es posible en la
propia situación de existencia. En ese mismo momento, ocurre una gran
revolución en tu ser; eres metamorfoseado.
Jesús
llama a ese momento metanoia. Eres convertido… no significa que te conviertes
en cristiano, en católico o en protestante.
En
ese momento dejas de ser mundano.
Buscar
seguridad es ser mundano. Vivir en inseguridad como una rosa es ser espiritual.
La
seguridad es del mundo; la inseguridad es de lo divino.
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