10.
El miedo
¿Qué
es el miedo? El miedo sólo puede existir con relación a algo, no aisladamente.
¿Cómo puedo tenerle miedo a la muerte, cómo puedo tener miedo de algo que no
conozco? Sólo puedo tener miedo de algo que conozco. Cuando digo que la muerte
me da miedo, ¿temo realmente a lo desconocido -o sea
a la muerte- o tengo miedo de perder lo que he conocido? Mi miedo no
es a la muerte, sino a perder mi asociación con las cosas que me pertenecen. Mi
miedo existe siempre en relación con lo conocido, no con lo desconocido.
Voy
a averiguar cómo se está libre de miedo a lo conocido, es decir, del miedo de
perder mi familia, mi reputación, mi carácter, mi cuenta bancaria, mis
apetitos, etc. Podréis decir que el miedo surge de la conciencia; pero vuestra
conciencia está formada por vuestro condicionamiento, de modo que la conciencia
sigue siendo el resultado de lo conocido. ¿Qué es lo que yo conozco? Conocer es
tener ideas, opiniones sobre las cosas, tener un sentido de continuidad de lo
conocido, y nada más. Las ideas son recuerdos, resultados de la experiencia, la
cual es respuesta al reto. Siento temor de lo conocido, lo que significa que
temo perder personas, cosas o ideas, que temo descubrir lo que soy, que temo
hallarme sin saber qué hacer, que temo el dolor que pudiera sobrevenir cuando
haya perdido o no haya ganado, o no tenga más placer.
Existe
el miedo al dolor. El dolor físico es la respuesta nerviosa, pero el dolor
psicológico se produce cuando me aferro a las cosas que me brindan
satisfacción, pues entonces tengo miedo de quienquiera o de cualquier cosa que
pueda quitármelas. Las acumulaciones psicológicas impiden el dolor psicológico
mientras río se las perturba; esto es, yo soy un manojo de acumulaciones, de
experiencias, lo cual impide cualquier forma seria de perturbación; y no quiero
ser perturbado. Siento temor, por lo tanto, de quienquiera las perturbe. Mi
miedo es así a lo conocido; siento temor de las acumulaciones -físicas
o psicológicas- que he adquirido como medio de evitar el dolor o de impedir el
sufrimiento. Pero el sufrimiento está en el proceso mismo de acumular para evitar el
dolor psicológico. El conocimiento también ayuda a impedir el dolor. Así como
la ciencia médica ayuda d evitar el dolor físico, las creencias ayudan a evitar
el dolor psicológico, y es por eso que temo perder mis creencias, aunque no
posea un conocimiento perfecto ni prueba concreta de la realidad de tales
creencias. Puede que yo rechace algunas de las creencias tradicionales que me
han sido inculcadas, porque mi propia experiencia me da fuerza, confianza,
comprensión; pero tales creencias, y los conocimientos que he adquirido, son
fundamentalmente lo mismo: un medio de evitar el dolor, el sufrimiento.
El
miedo existe mientras hay acumulación de lo conocido, lo cual engendra temor de
perder. El miedo a lo desconocido es por tanto el temor de perder las cosas
conocidas que he acumulado. La acumulación invariablemente significa temor, el
cual a su vez significa dolor; y en el momento en que digo "no debo
perder", hay miedo. Aunque mi intención al acumular sea la de evitar el
sufrimiento, éste es inherente al proceso de la acumulación. Las cosas mismas
que yo poseo engendran miedo, es decir, dolor.
La
semilla de la defensa engendra la ofensa. Deseo seguridad física; establezco
así un gobierno soberano, el cual necesita fuerzas armadas; y éstas significan
guerra, la cual destruye la seguridad. Donde hay deseo de autoprotección, hay
miedo. Cuando me doy cuenta de la falacia de reclamar seguridad, ya no acumulo.
Si decís que veis eso pero que no podéis evitar de acumular, es porque en
realidad no veis que, inherentemente, en la acumulación hay dolor.
El
miedo existe en el proceso de la acumulación, y la creencia en algo forma parte
del proceso acumulativo. Mi hijo muere, y yo creo en la reencarnación para que
me impida psicológicamente tener más dolor; pero en el proceso mismo de creer
hay duda. Exteriormente acumulo cosas, y traigo guerra; interiormente acumulo
creencias y traigo dolor. Mientras yo quiera estar en seguridad, tener cuentas
bancarias, placeres, etc., mientras quiera llegar a ser algo, fisiológica o
psicológicamente, tiene que haber dolor. Las cosas mismas que haga para evitar
el dolor me traen miedo, dolor.
El
miedo surge cuando deseo adecuarme a una determinada norma de conducta. Vivir
sin miedo significa vivir sin una norma determinada. Cuando exijo determinada
manera de vivir, eso es en sí mismo una fuente de temor. Mi dificultad es mi
deseo de vivir en un molde determinado. ¿No puedo romper el molde? Sólo puedo
hacer tal cosa cuando veo la verdad: que el molde causa temor, y que este temor
fortalece el molde. Si yo digo que debo romper el molde porque deseo estar
libre de temor, entonces no hago más que seguir otro patrón, el cual causará
más temor. Toda acción de mi parte, basada en el deseo de romper el molde, sólo
creará un nuevo patrón y por lo tanto miedo. ¿Cómo habré de romper el molde sin
causar miedo, es decir, sin ninguna acción consciente o inconsciente de parte
mía con relación a aquélla? Esto significa que no debo actuar, no debo hacer
movimiento alguno para romper con la norma. ¿Qué me ocurre, pues, cuando miro
simplemente el patrón de conducta sin hacer nada a su respecto? Yo veo que la
mente es en sí el molde, el patrón; vive en el patrón habitual que se ha
creado. De suerte que la mente misma es miedo. Cualquier cosa que la mente
haga, contribuye a fortalecer un viejo patrón de conducta o a fomentar uno
nuevo. Esto significa que todo lo que la mente hace para despojarse del miedo,
causa miedo.
El
miedo encuentra diversas escapatorias. La variedad corriente es la
identificación. ¿No es cierto? Identificación con la patria, con la sociedad,
con una idea. ¿No habéis notado cómo respondéis cuando veis un desfile -desfile
militar o procesión religiosa- o cuando el país está en peligro de ser
invadido? Entonces os identificáis con el país, con una persona, con una
ideología. Otras veces os identificáis con vuestro hijo, con vuestra esposa,
con determinada forma de acción o de inacción. La identificación es, pues, un
proceso de olvido de sí mismo. Mientras yo tengo conciencia del "yo",
sé que hay dolor, que hay lucha, que hay constante temor. Mas si puedo
identificarme con algo más grande, con algo que valga la pena, con la ‘belleza,
con la vida, con la verdad, con la creencia, con el conocimiento, al menos
temporariamente, hay una evasión del "yo". ¿No es así? Si hablo de mi
patria, me olvido de mí mismo temporariamente. ¿Verdad? Si puedo decir algo
acerca de Dios, me olvido de mí mismo. Si puedo identificarme con mi familia,
con un grupo, con determinado partido, con cierta ideología, entonces hay
evasión temporaria.
La
identificación es una forma de escapar al "yo" en igual grado que la
virtud es una forma de eludir el "yo"’ El hombre que persigue la
virtud se evade del "yo" y tiene una mente estrecha. Esa no es una
mente virtuosa, pues la virtud es algo que no puede ser perseguido. Cuanto más
tratáis de llegar a ser virtuosos, tanto mayor es el vigor, la seguridad que
dais al "yo". De suerte que el miedo, común a la mayoría de nosotros
en diferentes formas, tiene siempre que hallar una substitución, y por lo tanto
ha de acrecentar nuestra lucha. Cuanto más os identificáis con una substitución
mejor es la fuerza para aferraros a aquello por lo cual estáis dispuestos a
luchar, a morir; porque el miedo es lo que influye.
¿Sabemos
ahora qué es el miedo? ¿No es la no aceptación de lo que ese Debemos comprender
la palabra "aceptación". No estoy empleando esa palabra en el sentido
del esfuerzo que se hace por aceptar. No es cuestión de aceptar cuando soy
capaz de ver lo que es. Cuando no veo claramente lo que es, entonces hago
surgir el proceso de la aceptación. De suerte que el miedo es la no aceptación
de lo que es. ¿Cómo puedo yo, que soy un manojo de todo estas reacciones,
respuestas, recuerdos, esperanzas, depresiones, frustraciones, que soy el
resultado del movimiento de la conciencia obstruida, ir más allá? ¿Puede la
mente, sin esta obstrucción y estorbo, ser consciente? Sabemos qué
extraordinario júbilo se produce cuando no hay estorbo. Bien sabéis que, cuando
el cuerpo está en perfecta salud, hay cierto gozo y bienestar. ¿Y acaso no
sabéis, cuando la mente está completamente libre, sin obstrucción alguna,
cuando el centro de reconocimiento -el
"yo"- no está ahí, que experimentáis cierto júbilo? ¿No habéis vivido
ese estado
en que el "yo" está ausente? Por cierto que todos lo hemos vivido.
Sólo
hay comprensión y liberación del "yo" cuando puedo mirarlo completa e
integralmente como un todo; y eso puedo hacerlo únicamente cuando comprendo el
proceso integro de toda actividad nacida del deseo, que es la expresión misma
del pensamiento -el pensamiento no es diferente del deseo-, sin justificarlo, sin
condenarlo, sin reprimirlo. Si eso puedo comprenderlo, entonces sabré que
existe la posibilidad de ir más allá de las restricciones del
"yo".
http://www.jiddu-krishnamurti.net/es/la-libertad-primera-y-ultima/la-libertad-primera-y-ultima-11
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