LA
NATURALEZA Y EL “YO”
Para
tener el “yo” hay que matar a la naturaleza, porque en la naturaleza no existe
ego alguno. Los árboles están ahí, pero desconocen el “yo”; los animales están
ahí, pero desconocen el ego, viven inconscientes. Viven sin luchar ni pelear,
como lo hace el hombre. Cuando tienen hambre buscan comida; cuando están
satisfechos se ponen a dormir…solo existen; no van por ahí diciendo: “Somos”.
Son como olas en un vasto océano de vida, van y vienen sin dejar huellas. No
tienen historia, ni autobiografía; van y vienen como si nunca hubieran estado
ahí.
Para
crear el ego, el hombre ha creado un conflicto. Y este conflicto tiene dos
aspectos. Uno de ellos es la naturaleza exterior: ese es el origen de la
ciencia. La ciencia es una lucha contra la naturaleza exterior, la naturaleza
como algo externo. Y existen otros aspectos conflictivos: ese aspecto que
llamáis religión. Un aspecto es la lucha contra la naturaleza exterior; nace de
la ciencia, que es destructiva. El objetivo último no puede ser otra cosa más
que Hiroshima, y será alcanzado, y toda la tierra se convertirá en un
Hiroshima. La lucha conduce a la muerte, el conflicto lleva finalmente a la
muerte definitiva; la ciencia mal encaminada nos está llevando en esa
dirección.
Pero
también existe otro conflicto, el conflicto interno: luchar contra uno mismo.
Eso es lo que denomináis religión: conquistarse a uno mismo. También es una
lucha, y también es destructiva. La ciencia destruye la naturaleza desde el
exterior, y la supuesta religión destruye la naturaleza desde el interior.
Debemos
estar contra ambos tipos de conflictos. La seudociencia y la seudorreligión no
son enemigas: están asociadas, y su afinidad es profunda.
Hay
una energía tremenda, pero se la disipa en luchas; os dividís y lucháis en
ambos frentes, y la energía se disipa. Esa misma energía se convertirá en
éxtasis si se la permite instalarse en una armonía interior, no en la lucha.
Pero
tenemos miedo de seguir a la naturaleza, no porque sea mala, sino a causa de
los maestros moralizantes, a causa de los envenenadores de la fuente de la
vida. Os han enseñado tantas cosas, tantos “deberías”, que no podéis mirar
directamente a lo que es. Siempre buscáis lo que “debería”. Aunque miréis a una
rosa, inmediatamente empezáis a pensar en cómo debería ser la rosa: un poco más
roja, un poco más grande; podrías pintarla de color más rojo…pero no podéis
aceptarla tal cual es. Pequeña o grande o no tan roja, es lo que es. ¿Por qué
no disfrutar de ella en este momento?...Pero para poder disfrutar de ella
primero tenéis que hacerla más roja, más grande.
No
sabéis que estáis posponiendo, y por lo tanto posponer se convierte en un
hábito. Cuando se ha hecho más grande, la misma mente dirá: “Podría ser aún más
grande”. Y la misma mente será la que irá posponiendo hasta que la muerte llame
a vuestra puerta. Y eso os sorprenderá: “He desperdiciado toda mi vida
pendiente de los “debería”, cuando ahí estaba el “es”. Y el “es” es hermoso. El
“es” es la única religión.
El
conflicto entre el “es” y “debería” es fundamental. Si podéis desprenderos de
vuestro “debería”, no serías tan respetables como sois ahora mismo. La gente os
respeta a causa de vuestro “debería”. Dicen: “Este hombre es estupendo, nunca
se enfada, siempre sonríe”, pero no saben que esas sonrisas son falsas, porque
un hombre que nunca se enfada no puede reírse de verdad. Ese es el problema, si
no es auténtico en su enfado, tampoco puede serlo su sonrisa.
Los
niños son auténticos: cuando están enfadados lo están de verdad. Miradlos: su
enfado es hermoso. Se convierten en animales salvajes, saltan y gritan, con el
rostro totalmente enrojecido. Son como leones, y en ese momento destruirían
todo el mundo. Su enfado, su cólera, es auténtica, y todo lo que es auténtico
es hermoso. Observad un niño enfadado. Observadlo y veréis un hermoso florecer,
un florecer de fuerza, poder, energía; energía en movimiento. Y al instante
siguiente, el niño es feliz, todo sonrisas. Esa sonrisa también es auténtica, y
hermosa, Todo lo natural es hermoso. Pero les decís: “No te enfades, suprime tu
cólera. Eso no está bien, ¡los niños no tienen que enfadarse!”. ¿Pero quién es
el que supone todo eso? ¿Existe la posibilidad real de ir más allá de la
naturaleza? ¿Quiénes sois vosotros?
A
lo sumo, solo podéis conseguir una cosa, que es forzarlo a hacerlo. Un niño
está indefenso, si lo forzáis, no tiene más remedio que hacer caso. Es débil,
depende de vosotros, porque podéis retirarle vuestro amor. Necesita vuestro
amor, así que no tiene más remedio que hacer caso. Y cuando sienta cólera no
podrá expresarla, y la cólera se instalará en la sangre, y como la cólera es
química, todo su cuerpo acabará envenenado. Expresada, es un fenómeno hermoso;
suprimida, es una enfermedad. Ahora, cuando sonríe, la sonrisa estará cargada
de esa cólera, de ese veneno; ahora está en su sangre.
¿Cómo
podéis hallar un dios, cómo podéis convertiros en divinos si no sois
verdaderos? Buscáis la verdad, pero en vuestra vida siempre sois falsos. ¿Cómo
puede hallar la verdad alguien que es falso? Parece algo casi imposible. La
verdad llamará a vuestra puerta, no necesitáis ir a ninguna parte; solo
necesitáis ser auténticos. Y cuando digo ser auténticos, estoy queriendo decir
naturales.
Lo
natural es auténtico, y no existe otra verdad que lo natural.
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